viernes, 11 de julio de 2014

Viajar teniendo ya un piso

Me gusta hacer viajes desde que tengo uso de razón. Hoy sería incapaz de entender la vida sin ellos. Los que me conocen saben que no soy capaz de estar más de dos meses quieto y poco a poco se han acostumbrado a este afán mío por viajar.

A mi madre no le hace la menor gracia que yo sea tan viajero. Ya sabéis cómo son las madres. Sólo quieren tener cerca a sus retoños y esperan que nos comportemos siempre como pollitos detrás de mamá pata.

Pero mi inquietud no hay madre que la calme.

Luego está el problema de las novias. Las novias suelen tener mucho en común con las madres y tampoco están contentas con eso de saber que tú estás de arriba para abajo recorriendo mundo. Y acompañarte no es nada fácil, porque la mayoría de la gente tiene trabajos fijos y no se puede permitir el lujo de desplazarse cuando le viene en gana.

Por eso yo nunca he querido tener un trabajo fijo.

Allá donde voy, llevo mi negocio, porque para hacer mi trabajo sólo necesito un ordenador y una conexión a internet. Ventajas de ciertos sectores tecnológicos.

Lo cierto es que si yo no pudiera dedicarme a lo que me dedico y ganarme la vida con ello,  no sé qué habría hecho. Para mí sería una catástrofe ser un funcionario y un currante de los de toda la vida, con horarios que cumplir y obligación diaria de asistencia a su puesto de trabajo.

Imaginad, yo, que en noviembre del año pasado estaba de viaje en Pekín, en enero en Rusia, en marzo en California, en abril en Filipinas y hace nada he llegado de Marruecos (por cierto que he hartado de tomar té moruno, mi bebida favorita)…

No sabría vivir sin mis viajes.

Precisamente por eso, llevo un par de semanas bastante inquieto.

He decidido comprarme una casa en Madrid, porque claro, ahora soy joven, pero llegará un día en que me haga viejo y no podré viajar tanto, así que es hora de ir buscando una vivienda. Me he decidido ya por una un apartamento estupendo de la  promoción de viviendas en Madrid.

Lo malo es que esta mañana he estado en la oficina de la inmobiliaria y ya me han dicho que las escrituras se firmarán dentro de quince o veinte días, que tengo que estar pendiente y a expensas de cuando la constructora pueda ir a notaría, de manera que no pueden ponerme aún un día exacto.

Y yo tengo organizados varios viajes muy pronto y de esa forma no me atrevo a hacer las reservas.

Lo peor es mi madre que no para de darme la lata y de regañarme porque dice que porque esté un par de meses sin viajar, tampoco me voy a morir.

Ya ya.

Eso lo dice ella, pero yo sólo de pensarlo me pongo malo.

También se pasa el día entero dándome la lata con que me he comprado un piso muy pequeño y que debería pensar en tener mi propia familia y no en vivir solo.

Mi novia cuando ha visto el piso, se ha pillado un mosqueo tremendo, porque dice que allí ella no cabe… ¿Quién le habrá dicho que yo quiero que vivamos juntos? En fin, imagino que mi novia y yo tenemos los días contados.

Otra que me deja.

Vaya tela.

Ya me gustaría a mí que riñeran menos y se enfadaran conmigo, y se alegraran conmigo por lo bonito que es mi nuevo apartamento de VIVIENDAS EN MADRID.

Pero nada.

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