lunes, 26 de mayo de 2014

Los traslados en helicoptero

Tengo un amigo que odia los viajes y dice que son una pérdida de tiempo y de dinero. Pero a mí me encantan y he recorrido ya más de medio mundo. Los viajes son una forma de ampliar nuestro horizonte, nuestros conocimientos, de descubrir otras culturas, otras manares de vivir... Te ayudan a darte cuenta de que todo es relativo y que lo que a unos nos parece normal, a otros les parece un delito.

Mientras pueda, no dejaré de viajar, y además, hoy día, con las maravillosas agencias de viajes que tanto nos ayudan a elegir destinos a buen precio y con interesantísimas ofertas, es todo un placer planificar las próximas vacaciones.

Una de las cosas que tiene viajar, es que a veces vives situaciones un tanto extrañas que luego se convierten en anécdotas de viajes que contarás una y mil veces a tus familiares y amigos.

Yo tengo para escribir un libro, porque claro, mientras más viajas, más cosas te suceden.

Mi última anécdota tiene origen en  un viaje que hice a los Montes de Málaga, donde fui con un grupo de personas a practicar meditación. A tal fin, nos trasladamos a un refugio de montaña en un paisaje espectacular de la naturaleza, pero de tan difícil acceso que sólo se podía llegar allí en helicóptero. El vuelo duró tres cuartos de hora y no fue nada agradable, porque llovía de forma torrencial y había tormenta. El helicóptero, en aquel lugar, ni siquiera podía aterrizar. Tenían que bajarnos con unas cuerdas uno por uno.

Una vez en tierra firme, nuestro guía nos llevó caminando hacia el refugio que nos serviría de hogar durante una semana y donde nos adentraríamos en técnicas milenarias de relajación y meditación.

Se dispuso a abrir la puerta y resultó que la cerradura se había oxidado y era imposible moverla. Por mucho que investigamos la cabaña y tratamos de buscar alguna otra forma de entrar, todo fue en balde: estaba hecha a prueba de ladrones y saqueadores, cosa que me llamó la atención, ya que era difícil creer que alguna persona pudiera llegar hasta allí (salvo en helicóptero).

Visto lo visto, el guía tuvo que comunicarse por walkie con los vigilantes del parque natural y explicar lo ocurrido. La única solución era enviar a un cerrajero a Málaga. Eran cerca de las doce de la noche y todos temimos que estaríamos allí horas a la interperie, esperando que los cerrajeros llegaran.

Pero nada de eso: al cabo de 40 minutos vimos aparece de nuevo al helicóptero, del que descendió un hombre con un maletín metálico.

Nada más vernos, una vez en tierra, dijo:

Hola, soy el cerrajero. Disculpen que les haya hecho esperar, pero el helicóptero no podía volar más rápido.
Estábamos tan sorprendidos de la rapidez, que ni supimos contestarle.

Necesitan ustedes a un cerrajero, ¿verdad? ¿Dónde está esa puerta? -dijo él sonriendo.

Entonces reaccionamos y le llevamos hasta la cabaña. Le bastaron dos minutos para solucionar el problema.

Nunca hubiera imaginado que un cerrajero pudiera llegar en helicóptero hasta semejante lugar y sacarnos del aprieto con tanta eficacia y rapidez.

Son increíbles las cosas que hacen estos profesionales. Los cerrajeros sí que deben tener una buena colección de anécdotas para contar.

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